martes

CHAN, CHAN

Y un día el tango se terminó.

Mesa abarrotada de apuntes, mate lavado, taza de café y galletitas dulces.

Cerebro colapsado x la excesiva lectura.

Campera y a caminar.

Eso me faltaba, caminar el barrio.

Encontrar el encanto en:

-las construcciones antiguas, con sus rejas, puertas y ventanas.

-las calles anchas.

-los viejos que se gritan "vamos Chicago", cuando se cruzan por la vereda.

-eso, viejitas y viejitos por todos lados.

-mirar vidrieras sin alejarme demasiado.

-tener todo a mano, o casi todo...

-Subir a mi casa en obra y ver cómo le da el sol.

Así empecé a mirar la parte del vaso lleno.

Vivir un rato en Mataderos no está tan mal.

sábado

Ratatouille

Me encantaría hablar de él



Pero no.


Estaba en pleno trance, mutando, empezando a "acomodarme" y de alguna manera, aunque suene feo, resignandome a una situación que había elegido pero que me jodía como pocas cosas me habían jodido en mi vida.

Vivíamos exactamente abajo de nuestra casa actual, una planta baja antigua, habitaciones con puertas altas que confluyen en un mismo patio central techado y LLENO de rejillas (esto no es un dato menor para lo que sigue).

Era una noche de otoño, mirábamos la tele en una de las habitaciones acondicionada como "living", la puerta abierta, la luz prendida y nosotros no nos estabamos perdiendo un programa estábamos viendo toooooooodos, es decir, era sábado.

De pronto, como un breve latigazo, entre los parlantes del home pasa corriendo una rata. Pegué un grito ensordecedor, salí corriendo, dejé a dorima encerrado con el roedor y me metí en la habitación de dormir. Recapacité, agarré un palo, se lo pasé apenas entreabriendo la puerta y la volví a cerrar. Sí, me gané el premio a la marida más copada lo sé.

Nada, él no resolvió la situación con la rudeza que yo hubiera querido, ama la naturaleza. Empezamos a ponerle triguito, ahora lo escribo y me parece cruel, pero en ese momento Violencia Rivas era un poroto al lado mío.

Al otro día, mientras la visitante moría lentamente en el "living" yo estudiaba en el patio, con una taza enorme de café y mil apuntes sobre la mesa. De repente, entre mis piernas, pasa a toda velocidad el marido o la marida del roedor encarcelado y condenado. Le pegue una patada a la mesa, se cayó la silla, el cafe voló y dorima salió medio dormido de la habitación sin entender lo que pasaba. De más está aclarar que el grito que pegué volvió a ser ensordecedor.

Para esta altura yo estaba con un bolso, llorando, diciendo que me iba para el oeste (como sí allá no hubiera ratas)y que así no se podía vivir.

No pasó a mayores, soy teatrera por naturaleza, conviví con las ratas casi una semana, terminaron siendo cuatro y no dos como creímos. Claro está que en ese momento todos los insultos fueron para esta capital federal sucia, atestada de roedores muertos de hambre que no tienen mejor idea que venir a joderme a miiiiiii y nada más que a miiiiii, que soy una chica del oeste.

Ja! y para que la crueldad sea completa, acá va una foto de la finadita.